Editorial

El peligro de un Estado “frágil”

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El Informe de Riesgos Globales 2024 del Foro Económico Mundial (WEF) distingue lo que califica sin medias tintas como un “un panorama mundial en deterioro (y) predominantemente negativo en los próximos dos años”. Incluso, agrega, “se espera que empeore a lo largo de la próxima década”.

A la luz de lo vivido en años recientes -pandemia, crisis económica, inflación, guerras, polarización, inestabilidad política, eventos climáticos extremos- no puede sorprender un diagnóstico poco alentador como ése. Cada país deberá encontrar soluciones para sus propios desafíos, pero indudablemente muchos de ellos tienen un importante componente colectivo.

Un precio de la fragilidad del Estado es abrir una brecha de gobernanza por donde penetra y prospera el crimen organizado.

Así, según el sondeo del WEF a 1.500 expertos, los cinco mayores riesgos que debe priorizar Chile son -de más a menos importante- la caída de la economía, la erosión de la cohesión social, la fragilidad del Estado, la migración involuntaria y la inflación. De ellos, el factor novedoso es la fragilidad del Estado, la cual “creará o ampliará una brecha de gobernanza en la que la delincuencia organizada transnacional puede prosperar”.

El peligro de esa brecha de gobernanza debe ser evidente en cualquier examen desapasionado de la realidad chilena reciente, desde el estallido de 2019 y sus muchas repercusiones, a un sostenido aumento de la delincuencia violenta donde el crimen organizado -incluso de bandas internacionales- es cada vez más protagonista. Se trata, por cierto, de un círculo vicioso, ya que al agravarse la fragilidad del Estado aumenta el atractivo de Chile para los grupos delictivos, lo que a su vez eleva el riesgo de corrupción y penetración del Estado por esos actores.

Modernizar el Estado es una de las maneras (no la única) de reducir su fragilidad, pero esa es una discusión que en nuestro país apenas llega a enunciarse y esbozarse, nunca a abordarse seriamente como parte de un programa político de reforma. El costo de enfrentar intereses creados es grande, por cierto, pero el precio de tener un Estado frágil es indudablemente mayor.

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